Por Melissa Santillana
A principios de este año me topé con una columna en El País, un periódico español, que escribió un hombre bastante molesto por que un partido político había mezclado dos idiomas en una oración. (¡Sacrilegio!).
El objeto de su ira venía del lema en catalán del Partido Popular (Ojo, no se confundan con el nombre, en realidad es un partido conservador de derecha). Decía “España, amb seny”, que significa “España, con sentido común, (o con dos dedos de frente)”. Les voy a dar un segundo para que piensen qué es lo que está mal con esa oración. ¡Basta!
En catalán, España se escribe Espanya. Y ya, eso es todo. Alguien se quiso hacer el vivo y atraer a castellanos y catalanes al mismo tiempo. Error amigo, aparénteme España no está lista para tal “disparate”.
Pero lo que realmente me impresionó fue que Javier Cercas, el columnista en cuestión, estuviera tan enfurecido por un pequeño desliz publicitario. Llamó descerebrado a la persona que se atrevió a mezclar catalán y castellano, y escribió “quien no respeta el lenguaje no respeta la realidad”.
Él indicó que cuando hablamos castellano decimos Nueva York y Londres, nunca London ni New York. Pensé “Si a éste ‘tío’ se le ocurre visitar Laredo, se pega un tiro”.
Para Cercas el incidente es el resultado de una afirmación falta de lógica y de sentido común, pero peor aun, una falta de respeto al lenguaje.
No pude evitar cuestionarme, “¿por qué le agobia tanto algo tan trivial?”, cierto, para mi es trivial porque es el pan de cada día en mi comunidad. Pero qué el español – y en si todos los idiomas– no son una mezcla de lenguajes y de todas las migraciones de grupos étnicos que le dieron vida?
Bien lo dice mi segundo argentino favorito, Néstor García Canclini, (el primero es Gustavo Cerati, por si tenían curiosidad) en su libro “Culturas Hibridas”, la historia del castellano es larga e impura. “Si extirpamos al español de todos los términos de origen árabe, nos quedamos sin ‘alcachofas’, ‘alcaldes’, ‘almohadas’ y ‘algarabía’”.
¿Entonces, si ningún idioma es puro, por qué pelan tanto por la heterogeneidad entre catalanes y españoles; entre hispanoparlantes nativos y “pochos”?
Me tomó unos minutos caer en cuenta que Cercas estaba molesto porque ni él ni su país han sido victimas del colonialismo. No sabe de hibridismos, por lo tanto no sabe qué significa ser una mezcla de todo, de razas, de países, de ideologías. Para mi y mis compatriotas regionales mezclar el idioma es una forma más de representar el “otro” espacio que ocupamos.
Vuelvo a citar a García Canclini, “La hibridación de procesos socioculturales es cuando estructuras o practicas discretas que previamente existían de forma separada, al ser combinadas generan nuevas estructuras, objetos y practicas”.
El idioma es un proceso sociocultural, y el spanglish es el hijo mestizo del español y el inglés.
Voy a dejar que Cercas defienda Cataluña y a los suyos de la homogeneidad–aunque a los españoles no les haga mucha gracia la idea de independencia–, pero yo voy a defender el spanglish, y a mi gente de su derecho a hablar el idioma de su tierra.
Que la historia nos sirva de algo, Laredo se fundó hace 261 años cuando todavía era territorio mexicano, 93 años después López de Santa Anna lo vendé a los Estados Unidos. Aceptémoslo, en los 168 años que tenemos de formar parte de EU no hemos podido adaptarnos 100 por ciento al idioma, y nunca lo vamos a hacer.
En la actualidad ocupamos una tierra que no es de aquí ni es de allá. Es frontera. Ante nuestros compatriotas del norte y ante nuestros ancestros del sur, somos ”otros” y éstos otros tenemos ”otro” lenguaje y es nuestro; y es perfectamente válido. Porque representa nuestra historia, nuestra herencia y nuestra identidad, mitad de aquí, mitad de allá.
Robándome el término de nuestra ídolo regional, Gloria Anzaldúa, mexicanos y estadounidenses nos atacan con un ”terrorismo lingüístico” porque no es correcto mezclar dos lenguas, porque de donde ellos vienen no existen dos lenguas en la vida cotidiana. Pero aquí si.
No es un ”disparate lingüístico” como dice Cercas, es un reflejo de nuestra identidad, de nuestra ”hibrida” existencia.
(Si no conoce a Javier Cercas, lo invito a leer la novela los Soldados de Salamina, o bien haga como yo y vea la película con Diego Luna. Escriba sus comentarios, sugerencias y amenazas a melissa.santillana@tamiu.edu)